domingo, 27 de marzo de 2011

La inteligencia emocional y el budismo

LA INTELIGENCIA EMOCIONAL

La inteligencia emocional es la capacidad para reconocer sentimientos propios y ajenos, y la habilidad para manejarlos. El término fue popularizado por Daniel Goleman, con su célebre libro: “Emotional Intelligence” (“Inteligencia emocional”), publicado en 1995. Goleman estima que la inteligencia emocional se puede organizar en cinco capacidades: conocer las emociones y sentimientos propios, manejarlos, reconocerlos, crear la propia motivación, y gestionar las relaciones.

Como se ha estudiado, la inteligencia intelectual y la emocional no están ligadas, por tanto no es necesario que alguien con un alto coeficiente intelectual tenga un gran éxito en su vida ya que puede ser que su inteligencia emocional no esté tan desarrollada.

La inteligencia emocional puede ser una clave para el éxito en la vida (sobre todo en nuestra carrera profesional). La capacidad de gestión de las personas y las relaciones entre ellas, es muy importante en todos los líderes, por lo que el desarrollo y uso de su inteligencia emocional, puede ser una buena manera de mostrar a otros, el líder que hay dentro de uno mismo.

¿ POR QUÉ ES BUENO TENER INTELIGENCIA EMOCIONAL?

Para tener un mayor éxito tanto social como laboral, 
sentirse mejor al comprender nuestros propios sentimientos, 
aprender a controlar las emociones, 
aprender a empatizar con los demás, 
tener una mejor salud fisica y psicologica
ser mas felices.

EL BUDISMO

El Budismo es un medio de transformación individual y social que ofrece simplemente sus prácticas y enseñanzas a cualquier persona que desee aprender. 
La principal práctica budista es la meditación. La meditación es un medio hacia la auto-conciencia, transformación y visión espiritual. Al aplicar un esfuerzo continuado durante periodos de práctica breves y regulares aprendemos a no reaccionar habitualmente a nuestra experiencia sino a responder de forma creativa y con conciencia, ser capaces de controlar nuestra mente. 
Al trabajar directamente con la mente podemos desarrollar, de forma efectiva, estados de conciencia elevados que tendrán un efecto directo sobre nosotros mismos y la manera en que percibimos el mundo.
La meditación se caracteriza normalmente por tener algunos de estos rasgos:
Un estado de concentración sobre la realidad del momento presente.
Un estado experimentado cuando la mente se disuelve y es libre de sus propios pensamientos.
Una focalización de la mente en un único objeto de percepción, como por ejemplo la respiración o una recitación de palabras constante.

EL BUDISMO RELACIONADO CON LA INTELIGENCIA EMOCIONAL
El budismo y las técnicas de meditación ayudan a desarrollar nuestra inteligencia emocional y por lo tanto controlar nuestras emociones. Gracias a estas técnicas conseguimos llegar a tener la mente tranquila y cuando la mente está tranquila, vemos que surgen emociones como el amor, la compasión y la comprensión y desaparecen las emociones negativas como la ira, el odio... En la meditación aprendemos a descubrir qué es la mente. Poco a poco, vamos distinguiendo los elementos que la componen: su claridad esencial, su capacidad de conocer y su objetividad.

La meditación es una práctica que nos brinda tranquilidad emocional y nos ayuda a tomar decisiones correctas en el momento preciso. Nadie nos enseña a controlar nuestras emociones (aunque hay técnicas para desarrollar esa capacidad de controlar las emociones). Meditar es cuestionarse una y otra vez el porqué de las situaciones que vivimos, tanto buenas como malas, y así comprender qué motivos dieron como resultado algo positivo o negativo. Es pensar qué sentimientos teníamos en ese momento y lo que generaron en nosotros. Es hacernos conscientes de nuestros actos para que nos guíe en la vida de la mejor manera y obtener más situaciones positivas que negativas. La meditación nos libera de la culpa porque aprendemos a entender por qué manejamos un momento de cierta manera y no de otra.

El meditar se trata de que encuentres un momento en el día en el que estés sólo/a y reflexiones acerca de tu sentir y tu actuar, de conocer tus valores para que cuando se nos presente una situación determinada, seamos capaces de decir sí y no cuando así lo queramos, manteniendo el respeto a nosotros/as siempre.

La meditación reeduca el cuerpo, eliminando los malos hábitos de la tensión física y los sobreesfuerzos innecesarios que solemos asumir desde una etapa excesivamente temprana de la vida, además de procurar una mayor consciencia corporal. En efecto, el meditador está en armonía con su cuerpo, hasta el punto de percibir la tensión y relajarla.

Eso no significa que el meditador pueda ni deba interrumpir a su antojo, los pensamientos o ideas indeseables, sino que gracias a la fuerza de la atención los pensamientos no pueden dominar su mente. La persona es consciente de sus pensamientos, pero sin estar atado a ellos. De este modo, las ideas ingratas no consiguen preocupar, inquietar o perturbar tanto la mente del meditador.

Al igual que los pensamientos dejan de tener poder para dominar al meditador, lo mismo sucede con las emociones. La persona puede sentir tristeza o enfado, pero tal y como sucede con las ideas, esas emociones se mantienen a una considerable distancia del meditador, el cual, a pesar de ellas, experimenta una poderosa sensación de paz y tranquilidad interior.

La consciencia consiste en la capacidad para darse cuenta de lo que sucede a nuestro alrededor, y de desviar la atención de una cosa a otra tan pronto como hace su aparición, en lugar de distraerse con los pensamientos y diálogos interiores de cada día, como si estuviésemos soñando despiertos.

Una buena parte de nuestro olvido se debe a nuestra incapacidad para concentrarnos en lo que sucede en el entorno, y, en consecuencia, para almacenarlo en nuestros bancos de memoria. En gran parte se debe a la interferencia de la mente consciente, sobre todo cuando estamos preocupados o ansiosos, como por ejemplo, antes de hacer un examen. La meditación ayuda a apaciguar estas emociones y nos permite recordar las cosas en el momento necesario. El ejercicio y desarrollo de la consciencia también contribuye a potenciar la memoria. En este sentido, no conseguiremos recordar las cosas con regularidad a menos que seamos plenamente conscientes de ellas. Con frecuencia, acusamos a los niños de "estar en las nubes" o de olvidar cosas que para nosotros son importantes. Pues bien, el problema consiste (por lo menos parcialmente) en que pasamos tanto tiempo diciéndoles que piensen, que cerramos una buena parte de su consciencia del mundo exterior.
Además de estos beneficios psicológicos y espirituales, la meditación también es provechosa en términos de salud. Aunque varía de una persona a otra, en general se puede incluir el descenso de la tensión arterial, el descenso del ritmo cardíaco y otros muchos beneficios psicológicos derivados de la relajación y del descenso de los niveles de estrés. 

CONCLUSIÓN

La inteligencia emocional es algo que cada persona debería ser capaz de desarrollar, después de varios tropiezos a lo largo de la vida. De esos tropiezos se debería aprender para no volver a caer y así ser capaces de percibir algo antes de que pase, y si es algo negativo, saber manejarlo para que no ocurra. Para mí, la inteligencia emocional es eso. Saber anteponerse a determinadas situaciones y saber controlarlas. No dejarnos llevar por impulsos y saber controlarlos. Y una cosa importante, es saber, o intentar, controlar los impulsos, muchas veces a deshoras, de los demás. Como ya he dicho antes, yo creo que estamos capacitados para desarrollar esa capacidad, pero es muy complicado, ya que en muchas ocasiones es más fácil dejarnos llevar por las emociones que experimentamos, sin pensar que las acciones del momento pueden no beneficiarnos en un futuro. Ser capaces de pensar en las consecuencias de nuestros actos de cara al futuro, es algo en lo que no se paran a pensar la mayoría de las personas. Así acaban muchas... Por eso se intenta enseñar de muy pequeños, como en los colegios, a los niños, a controlar sus emociones y formas de pensar. Es bueno ayudarles a, que desde esa edad tan temprana, sepan darse cuenta de las cosas importantes y sean capaces de conocer los sentimientos de los demás y sepan ponerse en la piel de otras personas. Si se les enseña eso, y ellos son capaces de aprenderlo y ponerlo en práctica, habría menos problemas en la escuela, de discriminación, y eso del “poder” del más fuerte, que se mete con el más débil y éste no puede hacer nada, porque empeoraría las cosas. En este aspecto si sería interesante enseñarles a los niños a controlar sus emociones y saber comprender las de los demás, ya que no todos tienen, por desgracia, saben como desarrollar por ellos mismos esa capacidad. 




Muchas personas, generalmente los adultos, se decantan por técnicas de relajación para conseguir un control de la mente, como puede ser, la ya nombrada, meditación. Ésta la puedes encontrar en los centros budistas en los que se imparten clases para aprender a meditar, en actividades como el yoga... Meditar se ha dicho muchas veces que es, “dejar la mente en blanco”, y esto es nada más que dejar correr los pensamientos y no centrarte en ninguno. Desconectarte del mundo y centrarte en la respiración, en sonidos del exterior, o simplemente eso, dejar la mente en blanco (quienes son capaces de hacerlo, porque es algo que no todos consiguen). Si aprendemos a “controlar” la mente y somos capaces de desconectarnos del mundo y de algún problema que tengamos, seremos capaces de controlar también en cualquier situación nuestras emociones. Saber reaccionar de forma acertada cuando toca y no equivocarnos por dejarnos llevar sólo por lo que sentimos. Esto es lo que pretenden esas técnicas de meditación y relajación, saber poner en práctica ese control de la mente y no dejarnos afectar por “malas” emociones o sensaciones, como son el  estrés, la ira, el miedo... Y tener algo de control sobre ellas. De este modo seremos capaces de llevar una vida más saludable y tranquila, alejada de tanto estrés y preocupaciones, y ser más optimistas en general. 
La inteligencia emocional (I.E.) es saber conducirnos por donde debemos y por donde nos conviene, y saber dejar de lado el orgullo que es el que nos mueve en la mayoría de las ocasiones, a reaccionar de forma equivocada, simplemente por quedar por encima o aparentar ser más inteligentes que otra persona. En vez de reaccionar de una forma que nos perjudica, la inteligencia emocional, es saber pensar que, tal vez, es mejor dar la razón a alguien que no la tiene, sólo por no tener problemas. Eso a la larga será más positivo que si decidimos discutir algo, o demostrar algo, que nosotros sabemos que es así, pero que hay otras personas que tienen sus ideas, y a veces es mejor decir que sí, y saber escapar de un conflicto, sobretodo si eres capaz de saber que a esa persona no le va a sentar bien llevarle la contraria. Tener empatía y saber lo que una persona va a sentir con determinados estímulos, es algo que también forma parte de la I.E. y es una capacidad que muy pocas personas tienen, y si la tienen no la ponen en práctica, muchas veces porque no les conviene, ya que cambiaría su forma de actuar o porque es muy difícil, hablar y estar con alguien al mismo tiempo que “analizas” sus sentimientos. 
La tarea de controlar nuestras emociones y saber interpretar las de los demás, no es fácil. De ahí que las personas recurran a actividades que les ayude a aclarar las ideas, con el objetivo de saber desprenderse de muchas ideas y emociones.